Buda nos pone a prueba cada minuto en este viaje. El primer motivo es porque llevamos literalmente 100 días sin comernos una tostada. Pablo y yo somos de buen comer, vamos que lo mismo nos da comer arroz que algas, pero si hay algo que no perdonamos es la tostada por la mañana. Nunca nos había pasado estar tanto tiempo sin encontrar un sólo hotel que ofreciera desayuno. Y como no nos gusta salir del hotel para buscar dónde desayunar y tenemos que comprar cosas que podamos comer en la habitación, llevamos 100 días a base de magdalenas, cereales y pan dulce con fuet chino o una especie de choped que ni en mis peores pesadillas. Pero nada calentito, y de tostadas ni hablamos. Estoy que me subo por las paredes, vamos que sueño con tostaditas con aceite y tomate que me rodean por todas partes y me arropan con más amor que mi madre.
Por
otro lado están los transportes. Si hay algo de lo que carezco es
de paciencia, pero que carezco totalmente, soy una de las personas
con menos paciencia que conozco. Pues eso, si quieres viajar por el
Tibet Chino es algo que tienes que superar te guste o no. Por toda
esta zona no hay autobuses, no hay líneas que unan los pueblos más
perdidos, por lo que la única forma de trasladarse es el coche
privado. Los coches que se dedican a trasladar pasajeros se ponen en
la calle principal del pueblo, y cuando tu quieres ir a algún sitio
vas allí, dices que vas a el pueblo tal y te montas en el coche.
Pero los coches son de 8 plazas y hasta que no se llenan no sales. Es
decir, que si eres el primero en montarte pueden pasar 3 horas hasta
que el coche se llene y salga. Funciona así, todos lo dan por hecho
y nadie se queja ni se desespera. Bendita paciencia la que han
desarrollado los tibetanos. A mi ya me veis allí esperando,
maldiciendo a buda y al día en que se me ocurrió viajar a esa parte
del planeta. Pero antes o después se acaba la espera y por fin
empieza la peor parte: el viaje. Los viajes por esta zona son la cosa
más insufrible que hayamos vivido nunca. En el último post os
dejamos en Larung Gar, la universidad tibetana más grande del mundo.
Desde allí nos vinimos a Chengdú, una ciudad inmensa último
destino de nuestro gran recorrido por la china tibetana. Pues de
Larung Gar a Chengdú tardamos tres días en llegar. Tres infinitos y
eternos días. El primero de ellos debíamos recorrer 150 km en 4
horas que finalmente fueron algo más de 10. Tras la primera hora de
trayecto nos paramos porque había obras en la carretera y nos dicen
que tardarán una hora en abrir. Ok, no pasa nada, esperamos una
horita y punto. A la hora de reanudar nuestro viaje vuelven a
pararnos por obras en la carretera y nos dicen que no abrirán hasta
dentro de 4,5 horas. En serio! Habéis leído bien, 4,5 horas
esperando en una carretera de montaña metidos en un coche con otros
6 chinos. Todo el mundo se lo tomó bastante bien, menos nosotros dos
claro, que estábamos indignados y nos preguntábamos qué pasaría
si en España dejaran a los coches casi 5 horas esperando que abran
una obra de carretera. Si, si, cuando te para en la carretera el
señor con la señalita de stop porque están dando paso a los del
otro lado, que tardaran en daros paso 4,5 horas. Pues allí todo el
mundo pareció tomárselo de lo más natural. Y qué hicimos durante
4,5 horas? Pues pasear, buscar dónde hacer pipi, comer algo (sobre
todo pipas, los chinos están enviciados con las pipas), y los ratos
que llovía meternos todos en el coche en amor y compaña. 10 horas
más tarde llegamos a nuestro siguiente destino con los nervios y el
culo destrozado. Sabéis lo que es 10 horas en un coche con 6 chinos?
Con lo que fuman y escupen y lo que gritan hablando sin parar, y yo
que cuando los oigo hablar sólo escucho tres sílabas mezcladas en
combinaciones infinitas, y las tres usando la CH. Que mareo madre
mía. Aquella noche dormimos en Luhuo y a la mañana siguiente
volvimos a coger otro coche privado para ir hasta Kanding: 6 horitas
que hasta nos parecieron pocas. Lo que pasa es que Pablo, sentado
detrás mía que siempre voy junto al conductor porque me mareo, iba
el pobre en un asiento de 3 en el que se metieron 4 adultos. El
conductor quiere rentabilizar el viaje al máximo y la mayoría de
las veces va subiendo a gente por el camino hasta que no cabe un
alfiler. Y ves a señores cogiéndose unos a otros y tan tranquilos.
Así que Pablo llegó con las piernas dormidas. Y el tercer día, ya
entre Kanding Y Chengdú, dos grandes ciudades, pudimos coger un
autobús durante 9 horas. El autobús es un poco más lento pero, a
nuestro parecer, bastante más cómodo. Así que 3 días de pesadilla
más tarde llegamos a Chengdú.
Y
llegar a Chengdú, después de 15 días viajando por una zona muy
dura, fue como llegar al cielo. El Flip Flop, un hostel maravilloso,
impecablemente limpio y moderno, nos dio la bienvenida y lo
celebramos comiéndonos una pizza que nos supo a gloria bendita.
Chengdú es inmensa, una ciudad con 10 millones de habitantes, llena
de grandes edificios y centros comerciales de lujo con las más caras
marcas internacionales.
Mucha gente viene a Chengdú para ver los
osos panda. Muchísimos turistas de todas partes de chinas y
occidentales que en sus recorridos meteóricos por el país meten una
visita de un día a la ciudad para ver a los lindos ositos. Nosotros
nos hemos quedado 9 días. No porque la ciudad sea nada del otro
mundo, sino porque necesitábamos descansar, dormir, comer bien y
decidir a dónde nos íbamos después de aquí. Por supuesto que
fuimos a ver a los pandas al centro de conservación de osos panda.
Los vimos revolcarse, bañarse y comer bambú. Y también pandas
rojos, que son como mapaches pero bastante más grandes y el pelaje
rojo.
A ESTE PANDA LE FALTA EL BOTELLIN EN LA MANO...
Pero
a pesar de lo duro que ha sido esta etapa del viaje, sin duda ha
merecido la pena. Ha sido un viaje único y hemos vivido y visto
cosas que no podríamos ver en otra zona y que jamás podremos
olvidar. Un viaje de esos únicos, de los que te vas con la
satisfacción de haberlo conseguido. La mejor decisión fue haber
comprando aquel billete a Kunming cuando estábamos en Kuala Lumpur y
aún pensábamos que los chinos eran todos insufribles. China nos ha
sorprendido para bien y nos vamos muy contentos.
Y
a dónde nos vamos ahora? Pues quedándonos 16 días de visa
queríamos quedarnos en China y aprovecharla para ver otra zona. Pero
es agosto y los vuelos se han puesto por las nubes. Es carísimo
hacer un vuelo interno en China en este momento y suponía volar a un
sitio para estar 15 días y luego comprar otro vuelo para salir del
país. Dados los precios era algo imposible, demasiado dinero en
vuelos que descartamos inmediatamente. La otra opción era volar ya
fuera de China, a nuestro siguiente destino en el que nos quedáramos
un tiempo largo, y así no coger tantos vuelos. Y pensando con el
corazón y no con la cabeza, como mi yo cuadriculado suele hacer,
decidimos que lo que más nos apetecía era irnos a Tailandia a
tirarnos en una playa paradisíaca y vegetar un par de meses. Era lo
que nos pedía el cuerpo, a donde nos guiaba nuestro corazón. A
Tailandia fuimos justo hace 8 años, en nuestro viaje de novios cuyo
aniversario acabamos de celebrar hace un par de días. Y para
nosotros es un país que lo reúne todo, uno de nuestros favoritos en
los que encuentras naturaleza, cultura, religión, sitios donde
perderte y donde morirte en un atasco, de las mejores playas del
mundo, buena comida, gente amable y masajes baratos. Que más podemos
pedirle a un país? Pues hemos sacado un visado para dos meses
extensible a 3 en el consulado de Chengdú y para allá que nos vamos
hoy mismo. No llevamos intención de visitar gran cosa, sólo
queremos encontrar algo para alquilar en la playa durante un par de
meses y dedicarnos a nosotros mismos y a disfrutar de nuestra buena
suerte. Así que nuestro siguiente post será desde el país de la
sonrisa. Para todos los que empezáis las vacaciones en agosto,
felices vacaciones! Y para los que las termináis ahora: ánimo!
ESTA SERÉ YO EN UNOS DÍAS, GORDA Y FELIZ
preciosos Osos panda y Felicidades en vuestro aniversario
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