Hoy
es 8 de abril, día de mi 36 cumpleaños. Y aquí solita en mi casa,
con pablo trabajando y mi cuerpo llenito de inspiración, he decidido
dejarla salir en forma de post. La verdad es que ya teníamos ganas
de volver por aquí, y últimamente hemos recibido muchos comentarios
y algunos emails preguntándonos cómo nos va y pidiéndonos que
escribiéramos una nueva entrada para poneros al día. Y aquí estoy,
el día de mi 36 cumpleaños. Con el solito, que por fin ha vuelto,
entrando por la ventana en nuestro nuevo piso. Y es que en estos tres
meses han pasado muchas cosas, porque cuando uno está fuera no paran
de pasarle cosas. Y eso me hace feliz.
Pablo está completamente integrado en su trabajo. Ha avanzado mucho con el alemán, ya lo entiende casi todo y cada vez lo habla mejor, aunque aún tiene mucho que aprender. Y ya está haciendo guardias, a lo que yo, histérica de nacimiento, me he acostumbrado mejor de lo que pensaba. Porque si en Sevilla me muero de miedo y cada vez que hace guardia tengo que meterme en mi cuerpo serrano un tranxilium para poder dormir, aquí duermo como una bendita sin pastillas ni nada. Así que estoy como loca. No porque haga guardias, claro está, que ojalá no las hiciera aunque cobrara menos, sino por haber superado ese miedo patológico que me pone fuera de mi, cosa que tampoco es difícil.
Yo,
por mi parte, seguí dos meses más con el curso de Alemán, hasta
finales de febrero. Pero cuando se acabó no me apunté al siguiente
nivel porque tuve que organizarlo todo para la mudanza. Siiiii
decidimos mudarnos y sin pensarlo mas así lo hicimos. Porque tengo
que decir que nosotros somos de asfalto, urbanitas, vamos que yo me
muero por una calle peatonal más que por campo abierto, sobre todo
para vivir. Y eso de un pueblo pequeñito como Lüdenscheid nos
estaba quemando la sangre. Eso de que fuera sólo una calle, con todo
cerrado a las 6, y ni un alma por ningún lado... que no que no, que
había que buscar otro sitio donde vivir que no cogiera muy lejos
para que Pablo pudiera ir a diario a trabajar. Y a 25 min de allí se
encuentra Hagen, una ciudad ya mucho más grande, con otro ambiente,
y una comunidad de españoles grandecita. Así que sin pensarlo dos
veces nos buscamos un pisito allí, y donde? Pues claro, cómo no en
la calle peatonal. Para mi son todo ventajas, la única desventaja
era la mudanza, que el único horario de apertura al tráfico es de 7
a 10 y a esa hora teníamos que venir todos los días a traer cosas.
Yo pasaba el día recogiendo, desmontando muebles y empaquetando y
cuando venía Pablo de trabajar llenábamos el coche hasta arriba y
lo traíamos aquí y venga viajitos a un tercero sin ascensor. Ha
sido una paliza, os juro que estábamos los dos muertecitos. Y así
hasta el día de la mudanza final, para lo cual necesitamos un camión
alquilado y la ayuda de 5 inestimables amigos que tengo que decir que
me dejaron impresionada: subieron entre dos la lavadora a un tercero
sin hacer ninguna paraita... flipo. Y en cuestión de un par de horas
estaba todo lo gordo arriba. Ufffff madre mía!! y a mi que me había
quitado el sueño la mudanza. Cuando lo vimos todo arriba pablo y yo
no nos lo podíamos creer. Ya estaba todo allí sólo faltaba montar
muebles y organizarlo todo. Y este es el resultado, os pongo algunas
fotillos:
MOMENTO
LAVADORA SALIENDO DEL PISO ANTIGUO