Hoy hace casi un mes que recibimos la llamada telefónica con la terrible noticia y hoy, por fin, puedo volver a escribiros. Durante este mes han pasado muchas cosas, los primeros días fueron de hospital, de pruebas y más pruebas, y los 15 últimos han sido de espera, de incertidumbre, de un no vivir en vida. El día 8 de abril fue mi cumpleaños y el 10 el de Pablo. Ambos cumplimos 33 años. Muchas veces durante los últimos meses pensamos en cómo íbamos a celebrarlo. A un paso de nuestra casa en Melbourne había un parque de atracciones llamado Luna Park. Algunas noches, en las islas Fiji, antes de dormirnos con la luz ya apagada, le decía a Pablo que me recordara paso a paso cómo íbamos a celebrar el cumpleaños, y entonces él me repetía que me despertaría con un zumo de naranja natural, que desayunaríamos en la terraza y luego nos iríamos a montarnos en todos los cacharritos, y que hasta pescaríamos patos y comeríamos algodón de azúcar. Aquel día no estábamos en Melbourne, ni en el Luna Park, y la tristeza era tan infinita que casi no quise que nadie me recordara que era mi cumpleaños.
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