Ya ha pasado otra semana fugaz y con ella se va el primer mes de trabajo en Guatemala. Nos quedan dos en NPH. De este primero ni nos hemos dado cuenta. Como todo es novedad los días pasan volando y casi ni te enteras.
Esta semana fue un poco mas tranquila. El trabajo normal. Pablo ha dado su taller de consumo responsable de medicamentos a los tíos y a los niños de “año de servicio” y ha sido todo un éxito. Al día siguiente del taller la dirección del hogar solicitó dinero de alguna donación para dar chanclas a todos los niños para protegerlos de los hongos en las duchas. Y cuando nos encontrábamos a alguien por el hogar siempre nos hacía algún comentario del taller como: doctorcito estoy constipada y voy a esperar a que se me pase sin tomarme ninguna pastilla. Claro que ni tanto ni tan calvo pero es difícil explicar aquí el término medio. Yo he estado trabajando con los más pequeñitos del hogar en un proyecto sobre los sueños, lo que les gustaría ser de mayor… lo que pasa es que con los pequeñitos es difícil trabajar algo serio y sólo quieren colorear o que juguemos a algo. Yo me los como de verdad, son de hasta 7 años y son para comérselos, me vuelven loca de verdad porque te dan muchos abrazos y besos.
Les pregunté por las duchas a la sección de “fresitas” (los dormitorios son por edades y tienen nombres) y me contaron el frío que pasan las pobres yendo a la ducha a las 4 de la mañana con el agua helada, se ponían todas a tiritar diciéndome cómo tiritan por la mañana. Y es que aquí hace frío y a esa hora es terrible. En fin que disfruto mucho trabajando con ellos, me encantan. Lo que pasa es que esta experiencia es muy diferente de las otras dos en Ecuador y República Dominicana porque allí trabajábamos con grupos reducidos de gente pero aquí hay 500 personas y no puedes conocer a todo el mundo por lo que es menos personal.