Al
igual que muchas mujeres cuando cumplen cierta edad escuchan la voz
interior que les dice: “pélate cortita”, nosotros hemos oído la
voz que nos dice: “vente pa Alemania”. Y pallá vamos, caminito
de Lüdenscheid, un pueblo a una hora de Colonia que no conocen ni
los alemanes, a pesar de tener sus 80,000 habitantes. Los últimos
días en Sevilla han sido de recoger, limpiar, despedir y jugar al
tetris en el maletero. Porque ya dije que me llevaba la thermomix y
la olla express de 10 litros y he cumplido mi promesa. Aunque eso
sumado a las 4 garrafas de 5 litros de aceite andaluz, la impresora,
el edredón nórdico, una maleta con ropa, otra con libros, toda la
tecnología etc... ha sido una misión imposible. Y ha facilitado las
cosas el hecho de que hayamos preparado 4 cajas de cartón de casi 20
kg cada una que nos va a mandar mi padre por compañía de transporte
cuando tengamos dirección en la ciudad de destino...
Porque si no, habría sido imposible, completamente imposible. Y es que Pablo es muy grande y claro, te pones a doblar abrigos gordos de invierno, chalecos de lana, pantalones de pana... y la montaña no habría cabido ni en un camión. Así que, entre una cosa y otra, llevamos hasta los patines. Que no se yo si los tendré que llevar a Decathlon a cambiarlos por unos esquíes, pero de momento veremos qué podemos hacer con ellos. Y el día 20 por la mañana cerramos la casa, nos metimos en el coche y cogimos la carretera caminito de Alemania. No es fácil. A pesar de que estamos muy felices e ilusionados, os aseguro que no es fácil, que cuesta, que da mucho miedo, que me he tenido que tomar algún tranxilium para poder dormir las últimas noches, que Pablito está con el estómago malo... porque tomar una decisión así y dejarlo todo no es fácil. Sobre todo cuando le das el abracito de despedida a tu madre, que es el momento más duro. Pero hemos puesto mucha ilusión en esta nueva aventura y vamos a intentar que salga bien. Así que no será por ilusión y ganas que le vamos a poner. Y esperamos que la gente venga a visitarnos, porque nos encanta recibir gente y para nosotros será una inyección de energía, además hay billetes de avión muy baratos a Dusseldorf o a Colonia, a cualquiera de las dos, así que a quien quiera venir, os esperamos allí.
Porque si no, habría sido imposible, completamente imposible. Y es que Pablo es muy grande y claro, te pones a doblar abrigos gordos de invierno, chalecos de lana, pantalones de pana... y la montaña no habría cabido ni en un camión. Así que, entre una cosa y otra, llevamos hasta los patines. Que no se yo si los tendré que llevar a Decathlon a cambiarlos por unos esquíes, pero de momento veremos qué podemos hacer con ellos. Y el día 20 por la mañana cerramos la casa, nos metimos en el coche y cogimos la carretera caminito de Alemania. No es fácil. A pesar de que estamos muy felices e ilusionados, os aseguro que no es fácil, que cuesta, que da mucho miedo, que me he tenido que tomar algún tranxilium para poder dormir las últimas noches, que Pablito está con el estómago malo... porque tomar una decisión así y dejarlo todo no es fácil. Sobre todo cuando le das el abracito de despedida a tu madre, que es el momento más duro. Pero hemos puesto mucha ilusión en esta nueva aventura y vamos a intentar que salga bien. Así que no será por ilusión y ganas que le vamos a poner. Y esperamos que la gente venga a visitarnos, porque nos encanta recibir gente y para nosotros será una inyección de energía, además hay billetes de avión muy baratos a Dusseldorf o a Colonia, a cualquiera de las dos, así que a quien quiera venir, os esperamos allí.
De
momento la ruta está siendo de lo mejor. Hemos decidido ir muyyy
despacito, haciendo tramitos cortos y parando a visitar amigos que no
podíamos dejar de ver. Así que tanto en Madrid como en Barcelona
hemos tenido la agenda más apretada que la de los ministros. Bueno,
tampoco es que hagan mucho pero bueno, una agenda muy apretada.
Llegamos a Madrid a las 6, justo para merendar con Jose Tomás y
Maria, dos amigos que estaban con nosotros en Guinea trabajando
también para FRS y que teníamos muchas ganas de ver. Nos sentamos
en una terracita y nos pusimos al día de la gente de Guinea y de
nuestras vidas. Muy bien la verdad, nos dio muuuucha alegría verlos,
y fuera de Bata más aún, jejeje.
CON
JOSE TOMAS Y MARIA