Por fin, y después de tantas y tantas vicisitudes y malos ratos, el 29 de abril volvimos a coger las maletas y a lanzarnos a la aventura. Por motivos personales hemos tenido que adelantar la vuelta, así que sólo estaremos por tierras australianas un mes, hasta el 29 de mayo que volvemos a Sevilla. Pero, a pesar de todos los contratiempos que han surgido en este viaje, intentaremos disfrutar al máximo de este mes que la vida nos ha regalado.
Y con la mezcla de sentimientos producida por todo lo pasado nos metimos de nuevo en un viaje de 28 horas puerta-puerta, es decir, desde que salí de mi casa hasta que llegué a la camita de mi destino. No son tantas porque, por suerte, en todo el viaje sólo contábamos con media hora de escala, más el tiempo de ave y espera en Madrid, claro. Las horas de avión fueron maravillosas, no sólo porque Qatar es una de las mejores compañías, sino porque los dos vuelos estaban tan vacíos que pudimos ir tumbados cada uno en una fila de 4 asientos ¿qué os parece? Pues que con una dormidina en el cuerpo y tumbadita con 4 almohadas y 4 mantitas dormí unas 16 horas, el resto las pasé leyendo, viendo pelis como avatar que no me gustó nada, o comiendo, todo un gusto vamos.
La única pega es que se les ocurrió incluir en el menú una tapita de hummus, por eso de que son árabes y se ve que el hummus les mola, pero claro, el hummus tiene sus consecuencias...vamos que la paleta de olores que adornó el viaje hizo trabajar a nuestra pituitaria sin descanso. Y nosotros diciendo burradas todo el camino al respecto de los olores que provenían de todas las direcciones, y ya cuando llegamos nos dice la señora del asiento de delante: ay pero si sois españoles! Yo soy de Costa Rica. Vamos que la tipa nos escuchó largar por la boquita lo que no hay en los escritos, así que nos hicimos un poco los locos y nos pusimos a leer rápidamente.
Tenemos que decir que sobrevolar Australia en un día despejado es una pasada. Entramos por la costa oeste y pudimos ver desde el cielo el mar azul chocando contra las rocas. Y luego un país rojo, un inmenso desierto rojo vivo que atravesamos durante horas, sin absolutamente nada, fue increíble.
Llegamos a Melbourne a las 9,30 de la noche. Los 8 días en esta ciudad los íbamos a pasar en casa de un matrimonio que muy amablemente nos había acogido para que nos quedáramos con ellos en su habitación libre. Ya no podíamos volver al intercambio que tuvimos anteriormente en esta ciudad porque habían cambiado sus planes, así que buscamos otro de urgencia y no encontramos ninguna casa libre con tan poco tiempo, pero sí a este amable matrimonio que nos invitó a quedarnos con ellos durante los días que quisiéramos. El día antes de volar nos mandaron un mail diciendo que habían tenido un problema familiar muy grave y que volaban ese mismo día a Nueva York para estar con su hijo, así que nos dejaban la llave debajo del banco que hay en la entrada de la casa y podríamos disponer de ella para nosotros solos sin problemas. De forma que cuando llegamos al aeropuerto nadie nos estaba esperando con un cartelito que pusiera “ELENA Y PABLO”, con lo que eso gusta cuando uno llega a un sitio tan lejano. La forma más barata de trasladarse al centro es un autobús a 12 euros por persona pero claro, ¿como ir luego de la estación central hasta la casa? Pues un par de tranvías y listo.
Llegamos a la casa pasadas las 11 de la noche y vimos que las luces estaban encendidas, así que nos acercamos sigilosamente y llamamos al timbre. Nadie respondió y entonces a Pablo le tocó la tarea de tumbarse en el suelo y palpar con la mano la parte inferior del banco para encontrar la llave. Menos mal que no pasó ningún policía por allí que si no a ver cómo le explicas que estás de intercambio y que el dueño está de acuerdo con eso que estás haciendo. Entramos en la casa diciendo "Hello" muy fuerte y mirando con cara de sospecha. Pero no había nadie. El matrimonio había dejado las luces encendidas porque sabían que llegaríamos de noche y que nos pareciera más agradable. La casa es inmensa, tiene dos plantas, llena de ventanas, 3 dormitorios, un patio trasero con panal de abejas y huerto... muy completita vamos. Y justo en la esquina del precioso jardín botánico, un parque maravilloso, a 23 minutos andando del punto más central de la ciudad. Y es muy tranquila y silenciosa por la noche, tanto que cuando me acuesto no puedo dormir porque escucho mis células dividirse (si, ya se que es de una peli pero es tan exagerado, como yo, y tan gracioso que no me he podido resistir a ponerlo).
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LA CASA VISTA DESDE EL EXTERIOR