Qué ver en Singapur


Tumbada en mi cama el otro día pensaba en el milagro de viajar, en cómo en un momento estás aquí y de pronto estás en el otro lado del mundo. Luego, al chuparme las 25 horas entre vuelos y escalas descubrí que no era tan milagro, y que pagar 280 euros por un vuelo a Singapur tiene un sobrecoste en escalas y mal cuerpo. Que por mucha dormidina que me tomé os aseguro que ni el gurú del yoga más experto del mundo sería capaz de coger una postura cómoda en el minúsculo asiento de Jet Airlines. Pero lo conseguimos, desembarcamos en Singapur con unas maletas con más peso del que teníamos previsto y una mezcla de sentimientos que no puedo describir. Porque para empezar otra aventura como esta hay que tener una ilusión y vocación viajera más fuerte que todo lo que hayas sentido jamás. Pero confieso que también se siente miedo, muuucho miedo. Y no es miedo a lo desconocido, a no saber dónde vas a encontrarte, si los planes saldrán bien o no. Es miedo a todo lo que dejas atrás, tu familia, tu casa, tu ciudad, un buen trabajo. Y ante la eterna pregunta de si merecerá la pena alejarte de todo, aunque sabes que la respuesta siempre es un SI rotundo, hay un momento de pánico en los últimos días antes de marcharte. Y aunque hace ya casi 6 años y medio que nos fuimos de Sevilla, cada vez que damos un giro de 180º volvemos a pasar por el momento pánico.
La aventura de Pablo y Elena Web Developer

Asia 2015: Jamacuco un día antes de partir



Hoy es un día especial, un día de muchos sentimientos, sobre todo sentimientos encontrados. Y es que mañana, día 22 de Abril de 2015, emprendemos de nuevo rumbo a la aventura, con billete sólo de ida y sin ningún plan concreto pero con la cabeza llena de ideas. La sensación de libertad que experimentamos cuando estamos de viaje no tiene igual, poder decidir en cada momento si me quedo o me voy, si voy o si vengo... Es mágico, un sentimiento que sólo la gente que ha viajado durante largo tiempo sin rumbo fijo conoce, un arma de doble filo que hace cada vez más complicado estar quieto.
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