La depresión de volver en nov 2009 y la ilusión de irse de nuevo en ene de 2010


Hace 10 días que volvimos a casa y aún no hemos conseguido adaptarnos. Y qué nos pasa? Pues pasa que después de 10 meses siendo libres, viviendo aventuras maravillosas, conociendo gente y con cada día diferente del anterior, cuesta bastante volver a la rutina. Cuesta mucho, muchísimo, tanto que nos resistimos a creer que estamos en casa. No vamos a negar que tiene sus cosas buenas: mi casa, mi sofá después de comer, quedar con la familia, charlar con los amigos, comer lo que tu quieras...

Pero al volver te das cuenta de que todo sigue igual: tu sofá sigue hundido por la misma parte, el despertador suena a la misma hora, la casa coge polvo a los 2 días de haberla limpiado, comes siempre lo mismo porque no te apetece innovar en la cocina de diario, tienes que bajar la basura y te encuentras al mismo vecino en el ascensor por las mañanas. Es como si yo hubiera cambiado pero todo lo demás estuviera igual. Hasta la crisis está igual, no se ha recuperado ni un poquito y sigue siendo tema de conversación.
El primer choque con el que te encuentras al volver es tu casa. Que yo pensaba que por eso de haber estado cerrada durante 10 meses no estaría muy sucia. La sorpresa llega cuando abres las persianas y descubres que todo tiene algo así como 3 dedos de polvo y no os exagero, que ahí está Pablo para corroborar lo que estoy diciendo. Que digo yo que si las pelusas son en su mayoría pieles muertas y lana de los chalecos y esas cosas, en mi casa está claro que ha estado viviendo alguien en esos diez meses, y además alguien con muchas pieles muertas porque si no no es normal tanto polvo. Hemos tenido que limpiar todo: sabanas, colchas, ropa de camilla, cortinas, sofá, aspirar los libros... absolutamente todo. Por no hablar de la cocina. Que mira que intenté tirarlo todo antes de marcharme, pero me olvidé del colacao. Y vaya si gusta el colacao, los coquitos han crecido hasta límites insospechados, y hay tantos que ya inundan los muebles y ha habido que sacarlos por la fuerza. Eso implica un limpiado de cocina de los que sólo se hacen una vez al año. Y todo eso en tres días porque claro, allí había que meterse a vivir. Menos mal que mi madre me había llenado la nevera de víveres y el congelador de fiambreras con garbanzos. Esa ha sido nuestra salvación.
Otro punto fuerte es el trabajo, y más que el trabajo, el hecho de haber tenido que empezar a trabajar a los dos días de llegar. He debido estar muyyyy relajada porque se me había olvidado todo y me ha costado ponerme al día, bueno me ha costado y me está costando, porque aún no me encuentro yo al 100% adaptada. Pablo es otra cosa, Pablo aún no ha empezado a trabajar de médico, si que trabaja, pero en la oficina conmigo que se viene todos los días y entre los dos nos ponemos al día. Y hacemos otras cosas porque claro, había que dar de alta los coches, contratar de nuevo los seguros, el teléfono e internet, ir a hacernos análisis de colesterol... en fin, que poco a poco las cosas se van poniendo en su sitio, pero cuesta bastante, de verdad, cuesta mucho más de lo que habíamos previsto y por eso nos encontramos desorientados, desubicados y agotados.
Nos sentimos algo deprimidos, nos da pereza hasta elegir la ropa para vestirnos, después de 10 meses con la única opción de 4 camisetas, ver todo el armario por delante es un horror, de verdad, todo se hace un mundo.
EN NUESTRO SOFÁ, TODO VUELVE A LA NORMALIDAD...
La aventura de Pablo y Elena Web Developer